domingo, mayo 28, 2017

Todo lo que hemos dicho



Barcelona puede ser un lugar maravilloso si estás dispuest@ a vivir algo más que el grisaceo espectro de una existencia mediocre. Creo que aun tengo que ubicar el ratito que un corazón y esta ciudad me regalaron.
Atila me dijo que se llamaba. Una alma atormentada de rostro atractivo, ojos verdes y pómulos suntuosos llamó mi atención enmedio de terrazas, despilfarro y calles soleadas con hedor a orin. Quiso dirigirse a mi para pedirme algunas monedas. Quizás fuera la dulzura de su voz, sus silencios, quizás sólo su presencia o su ausencia, pero algo me cautivó.
Empezó a hablarme, pero, más que sus palabras, escuchaba en su respiración todo lo que no contaban sus silencios cansados y entristecidos. Supe que me estaba mintiendo. Y el sabía que lo había intuído. Le invité a sentarse conmigo y unos instantes después, a través del humo del tabaco compartimos trocitos de las verdades que los dos estabamos dispuestos a reconocer.
Atila, como el rey de los hunos, se siente perdido en Barcelona. Tiene el corazón roto por el (des)amor de una mujer que lo dejó por un hombre que podría ser su hijo, me dijo. Tiene dos hijas y amigos en Hungría que le quieren y le piden que vuelva, y tiene también un circuito muy claro de comedores sociales a los que dirigirse aquí en Barcelona.
Tiene sueño; Atila duerme en la calle y no ha encontrado un sitio donde no le despierte el ruido y el miedo. No quiere comer, dice que sería tirar el dinero. No puede comer hasta que encuentre paz. Y no tiene paz porque no tiene un plan. Por eso no puede volver. No con ropas de otros, sin arreglarse el pelo ni sin el coche que tenía en Poblesec.

Percibí la fuerza de Atila en sus carcajadas, en la bondad y la elegancia de su respeto y también la deriva de un hombre sin sueños. Conecté con el impacto de su soledad. Un gran muro silencioso que le relega en un espacio invisible entre los demás.

No pude evitar proyectar en lo que me contaba un monton de sensaciones que me hacechan a veces cuando estoy sola en mi cama. Creo que por eso me acerqué a un Atila que no conozco y que probablemente me estaba construyendo en su relato unas verdades en las que necesitaba creer. Reviví cómo es sentirse un extraño entre la gente. Atila rechazó mi invitación de comer juntos. Recordé la angustia de necesitar huir. Huir de todo, de tod@s .El circulo fatal de la soledad; sentirse profundamente sol@ , abandonado por un@ mism@, y por ello, empujarse a alejarse de la Vida.

Hace poco también, con otros corazones indomables, valientes y generosos, en otros momentos de mágia en Barcelona, compartimos lo que era para nosotras el Buen Vivir. Cada una respondió desde sus experiencias y sus creencias. No sé qué es lo que respondí, pero ahora pienso en Atila, y lo que me había hecho recordar. La importancia de tener sueños por realizar, los medios para conseguirlos y corazones por el camino que te acompañen y reconstruyan contigo tus planes para llevarlos a cabo. Existen señales y conexiones por todos lados. Ojalá las oportunidades estuvieran tan cerca para tod@s por igual.


                                 Atila, que encuentres la paz que necesitas y tu plan para salir de ésta.

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