Barcelona
puede ser un lugar maravilloso si estás dispuest@ a vivir algo más
que el grisaceo espectro de una existencia mediocre. Creo que aun
tengo que ubicar el ratito que un corazón y esta ciudad me
regalaron.
Atila
me dijo que se llamaba. Una alma atormentada de rostro atractivo,
ojos verdes y pómulos suntuosos llamó mi atención enmedio de
terrazas, despilfarro y calles soleadas con hedor a orin. Quiso
dirigirse a mi para pedirme algunas monedas. Quizás fuera la dulzura
de su voz, sus silencios, quizás sólo su presencia o su ausencia,
pero algo me cautivó.
Empezó
a hablarme, pero, más que sus palabras, escuchaba en su respiración
todo lo que no contaban sus silencios cansados y entristecidos. Supe
que me estaba mintiendo. Y el sabía que lo había intuído. Le
invité a sentarse conmigo y unos instantes después, a través del
humo del tabaco compartimos trocitos de las verdades que los dos
estabamos dispuestos a reconocer.
Atila,
como el rey de los hunos, se siente perdido en Barcelona. Tiene el
corazón roto por el (des)amor de una mujer que lo dejó por un
hombre que podría ser su hijo, me dijo. Tiene dos hijas y amigos en
Hungría que le quieren y le piden que vuelva, y tiene también un
circuito muy claro de comedores sociales a los que dirigirse aquí en
Barcelona.
Tiene
sueño; Atila duerme en la calle y no ha encontrado un sitio donde
no le despierte el ruido y el miedo. No quiere comer, dice que sería
tirar el dinero. No puede comer hasta que encuentre paz. Y no tiene
paz porque no tiene un plan. Por eso no puede volver. No con ropas de
otros, sin arreglarse el pelo ni sin el coche que tenía en Poblesec.
Percibí
la fuerza de Atila en sus carcajadas, en la bondad y la elegancia de
su respeto y también la deriva de un hombre sin sueños. Conecté
con el impacto de su soledad. Un gran muro silencioso que le relega
en un espacio invisible entre los demás.
No
pude evitar proyectar en lo que me contaba un monton de sensaciones
que me hacechan a veces cuando estoy sola en mi cama. Creo que por
eso me acerqué a un Atila que no conozco y que probablemente me
estaba construyendo en su relato unas verdades en las que necesitaba
creer. Reviví cómo es sentirse un extraño entre la gente. Atila
rechazó mi invitación de comer juntos. Recordé la angustia de
necesitar huir. Huir de todo, de tod@s .El circulo fatal de la
soledad; sentirse profundamente sol@ , abandonado por un@ mism@, y
por ello, empujarse a alejarse de la Vida.
Hace
poco también, con otros corazones indomables, valientes y generosos,
en otros momentos de mágia en Barcelona, compartimos lo que era para
nosotras el Buen Vivir. Cada una respondió desde sus experiencias y
sus creencias. No sé qué es lo que respondí, pero ahora pienso en
Atila, y lo que me había hecho recordar. La importancia de tener
sueños por realizar, los medios para conseguirlos y corazones por el
camino que te acompañen y reconstruyan contigo tus planes para
llevarlos a cabo. Existen señales y conexiones por todos lados. Ojalá las oportunidades estuvieran tan cerca para tod@s por igual.
Atila, que encuentres la paz que necesitas y tu plan para salir de ésta.