martes, enero 12, 2010





"El Naufrago"


Todo es silencio y quietud. Al horizonte, el mar y el cielo se unen para dejar paso a la luz del atardecer. Una luz lúcida, rojiza como el color de las almas, que, a su vez, se mezcla con los colores oscuros de unas sombras. Son de alguien que camina en la cálida playa. Sin rumbo, marca con sus pasos todo el tiempo perdido, las experiencias vividas, y los sueños que le quedan. Ese alguien, triste, recuerda su naufragio. Recuerda que lo peor no fue hundir el barco, y sobrevivir. Las catástrofes son inevitables, porque si no lo fueran, no serían catástrofes. Recuerda mucho ruido, un gran miedo, y una fuerza que le hizo perder el control de su vida. Unos momentos (segundos) en que nada dependió de él. Vida, muerte, elegidas al azar. Y el azar eligió vida. Pese al dolor, pese a las magulladuras, ese alguien también quiso vivir, y luchó para conseguirlo. Se aferró a lo que pudo, y vivió. Pero lo peor estaba por llegar. Esa horrible idea de surcar en la deriva, sin nada a lo que aferrarse, ni un norte donde ir. Con suerte, llegó a la playa, recuerda ese alguien. ¿Qué hago yo aquí? Le pregunta la soledad, su mejor (su única) aliada.



text:aamal
foto: made in Windows

1 comentario:

Alberto dijo...

Hoy estoy sensible. Feliz y sensible. O sensible porque soy feliz.

A veces soy feliz estando en mi isla desierta. Es más, creo que la felicidad es tangible en momentos de soledad. Cuando estás con más gente no te das cuenta de que eres feliz. Sólo vivencias (que diría Fernando).

Tal vez ser naúfrago es bueno cuando esa isla donde se sobrevive se llama Felicidad.

Un petó