lunes, octubre 12, 2009


Llamada salvaje

Caminaba por el bosque huyendo de la ciudad sin nombre; el lugar donde he nacido, donde el cielo es blanco y el sol, en vez de brillar, se esconde de los corazones de los habitantes, demasiado ocupados en lograr coger a tiempo el autobús. No buscaba la naturaleza, sino más bien la dulce compañía de los silenciosos árboles enraizados en una tierra árida, y demasiado lejana y hermosa para la civilización humana. Pero me encontré inevitablemente con la llamada salvaje. Unos ojos sigilosos me observaban. Y además, buscaban insistentemente una respuesta. No sé qué es lo que pensé en ese momento; supongo que algo parecido al ensimismamiento ante una criatura tan bella. Era un ciervo pavoneándose orgulloso y demostrando su elegancia natural. El joven Bambi se fue de la misma manera que había llegado: volando, acompañado de su libertad, entre los espesos matorrales.
Después de esos instantes de magia me vi otra vez sumergida entre mis cavilaciones, buscando una tregua en mis batallas interiores, buscando algún momento de paz entre este mundo de locos, pensando en todo y en nada.
No obstante un ruido seco detuvo mi corazón mi mirada y mis pasos. Algo parecido a un disparo. De pronto me asusté. No sabía bien qué hacer. Pensaba si sería mejor correr o quedarme quieta. Mi instinto se adelantó y grité: ¡No dispare, estoy aquí! Al no obtener respuestas, empecé a caminar con precaución hacia el lugar del delito. En una explanada, para mi sorpresa, encontré el cadáver. Mi corazón latía como nunca había latido.
No podía creer lo que mis ojos presenciaban. Allí estaba Bambi. Mi símbolo particular de la libertad, de la elegancia y de la vida, estaba ahora tumbado, agonizando. Me acerqué al cuerpo, notando como se iba escapando poco a poco la vida, cual si fuera una flor silvestre recién arrancada.
Sus ojos se iban llenando de pensamientos grises, oscuros, aunque aun mantenía contacto con la realidad. Respiraba con mucha dificultad.
Quien no me entienda me tachará de sanguinaria, pero estaba casi fascinada observando esa desesperada lucha por la vida. Yo lo animaba en silencio, no sabía por qué motivo. El joven Bambi intentaba aferrarse a la vida pero sus sollozos cada vez eran más ruidosos, y la esperanza se hacía en cada segundo que transcurría, más lejana. De pronto mi cuerpo empezó a acercarse, otra vez guiado por instinto, hacia el animal. Participaba inconscientemente en un ritual que me parecía casi familiar. El contacto de mis manos con su piel me dio escalofríos. Observé, cercana ya la hora final, casi despidiéndome de él, al joven Bambi. Aún mantenía su inquebrantable mirada. Aunque sus ojos estaban extremadamente abiertos, todavía tenían vida. Y llego el momento. Ese fugaz momento en el que nada depende de ti. El único instante en el que no puedes hacer nada. Debes confiar en lo que sea que confíes y esperar. El juego de la vida. Y de la muerte. La cara y cruz de la moneda.
Aun tiene que llegar el momento en el que sea capaz de describir lo que vi. ¿El milagro de la vida? ¿Dios? No lo sé. Pero vi algo en su mirada. Vi el brillo de la esperanza. El color de la Vida. Quizás recordó el aroma de la libertad y sacó fuerzas para luchar, quizás fueron sus ganas de vivir, o el anhelo de volver a ver a su familia. Pero sea lo que fuere, le salvó. Y vivió.
Esa experiencia hizo plantearme qué es lo que a mi me salvaría. Qué es lo que en el último instante, cuando se agotase mi esencia, querría ver. Y la respuesta la encontré en el Amor. Creo que es eso lo que está en todas partes y en todos nosotros. Puede abstraerse como valor absoluto o concretarse en una persona, o dos, o tres. Pero siempre está ahí. Arrastrándonos a la vida cuando estamos hundidos y heridos. Que nos conmociona cuando nos sentimos desesperados. Creo que es eso lo que vi en los ojos del joven Bambi.


text: aamal (recuperat del 2008)
foto: aamal

lunes, octubre 05, 2009


Soy Atenea, diosa de la guerra, y estoy esperando. No dejo de librar batallas. La vida es algo más que pelear; yo no peleo, yo lucho para defenderme y defender lo que creo. No hago nada por ningún ideal ni por nadie, lo hago porque lo creo y porque así lo siento.
Pero ahora estoy esperando, observando, descansando. Siento marcadamente el sabor de la soledad, siento como tengo en tensión cada músculo de mi cuerpo, el bailar desacompasado de mi afligido y exhausto corazón y el modo en el que se perfilan todos mis sentidos, a la espera de la señal.
La señal que me empuje a correr, arañar, golpear y a morder mientras te beso. A gritarle a este mundo que no me tiene nadie y que no tengo nada. A enfadarme con todos, a decir la verdad. Sin callarme nada. Sin límites.
Para después volver a mi habitual y mediocre frivolidad. Como si nada hubiera pasado.
(text recuperat)

I de nou, Atena desperta. No li veus els ulls, vessats de desesperació? No li notes músculs cristal·litzats, i la sang bullint el verí del perill?
Ha caigut. Ha caigut en el mateix temut i dolorós error. Però aquest cop és diferent, si. Més bella, més sabia Atena no es lamentarà pels seus errors, aquest cop no. El seu esperit, salvatge i intuitiu, indomable, persegueix l'olor de l'amor i el gust de la por. Ella no és perversa, no. Perverses són les actituds dels humans, i cruels le seves accions. Ella mai odia. L'odi significa més que la indiferència i a més, no té força quant un està sol davant de l'altre.
Atena, incansable, invencible, aquest cop callarà. Tem obrir la capsa de Pandora i deixar al descobert tot el que hi ha al seu interor. Amor, traició, desengany, por, il·lusió..Tem espantar-se i descobrir que, un cop fora els sentiments, ja no és qui creia ser.
Atena torna al seu habitual posat contingut, impassible davant cap altre gest de confiança, o amor. No els vol, proclama. No la compassió. No se'n pot refiar de les promeses dels humans.
Atena, la deesa, seguirà lliurant batalles, solitaria, fins la fi dels temps. Ningú mereix saber què pensa. Ningú mereix saber què vol. Ningú mereix saber què sent.



Per si algú la torna a ferir.







foto: google
text:aamal